Sunday, November 19, 2017

Desafiando a los difusores de mentiras anti-Israel - Peter Berkowitz -



La cobertura de los medios de comunicación y los estudios académicos acerca de Israel de manera rutinaria traicionan la integridad intelectual que debería gobernar a ambos. Israel ha pagado un alto precio; los palestinos quizás incluso más.

Sería difícil cuantificar con precisión el daño infligido por las omisiones, distorsiones y acusaciones que rutinariamente desfiguran las representaciones de Israel. Aún así, el flujo constante de propaganda maliciosa que se presenta como noticias y estudios académicos envenenan el debate sobre este choque complejo y trágico entre dos pueblos. Las frecuentes caracterizaciones de Israel como un monstruo moral y político - un estado supuestamente culpable de colonialismo, apartheid y todo tipo de crímenes de guerra y de lesa humanidad, incluyendo la transferencia forzosa de población, la limpieza étnica y el genocidio - refuerzan las expectativas palestinas de que sus demandas en algún momento se cumplirán de inmediato y en su totalidad, mientras refuerzan las sospechas israelíes de que no pueden obtener una audiencia imparcial ante el tribunal de la opinión pública, y que no podrán tener un trato justo bajo los auspicios de la comunidad internacional.

Enfatizar los méritos de una de las partes y los defectos de la otra es humano, y los informes partidistas son una vieja historia. La nueva historia es que en beneficio, en su mayor parte, de unos objetivos políticos progresistas, los periodistas y los académicos occidentales han incumplido sus obligaciones profesionales con el fin de erigir un edificio de falsedades sobre Israel.

Para catalogar las falsedades, exponer a sus autores y dejar las cosas claras se requiere de una investigación prodigiosa y de documentación concienzuda, además de una comprensión de las realidades políticas contemporáneas y de una comprensión sinóptica e históricamente informada del gran conflicto árabe-israelí. Con la publicación en 2014 en hebreo de "Tasiyat Hashkarim" , que rápidamente se convirtió en un bestseller en Israel, el periodista Ben-Dror Yemini estableció que él era el hombre indicado para dicha tarea. Su "Industry of Lies: Media, Academia, and the Israeli-Arab Conflict", que acaba de aparecer en una traducción al inglés y al francés del hebreo, resultará indispensable para los políticos y responsables políticos, periodistas y profesores, y miembros del público en general que creen que la historia del Oriente Medio es inseparable del avance de la causa de la paz.

Yemini, con quien he tenido el placer de hablar sobre la política israelí durante varios años, es columnista del Yediot Aharonot, el segundo periódico israelí más leído. Abogado de formación, también se desempeñó como editor de la página de opinión en Maariv, otro diario líder. Se le considera próximo a un pequeño núcleo eminente de intelectuales públicos de centro izquierda, incluidos los profesores Shlomo Avineri, Ruth Gavison, Yossi Shain, Gadi Taub y Alexander Yakobson, a quienes la izquierda confunde a menudo con unos conservadores porque son orgullosos sionistas.

A diferencia de la derecha israelí, generalmente se han opuesto a la política de asentamientos del país en Cisjordania, y en la actualidad, en su mayoría, se oponen a construir fuera de los grandes bloques de asentamientos, esas ciudades medianas que casi todos esperan que permanezcan bajo el control de Israel. No dudan en criticar al gobierno cuando se aparta de los principios liberales y democráticos en los que se estableció el país, al tiempo que insisten en que Israel fue fundado adecuadamente, algo que también debe seguir siendo, como el estado nación del pueblo judío. Desde la erupción de la Segunda Intifada en 2001 - siguiendo al rotundo rechazo del presidente palestino Yasser Arafat a la propuesta de paz Camp David 2000 del primer ministro israelí Ehud Barak - Yemini y aquellos de sensibilidad semejante han resaltado los principales obstáculos para la paz que plantea la intransigencia de la Autoridad Palestina, la incitación que fomenta contra Israel y el yihadismo sunita y chiita que impregna el duro e inestable barrio en el que vive Israel.

El libro de Yemini aborda estos obstáculos, pero se centra en otro formidable impedimento para aliviar el conflicto: la multitud de mentiras - informes imprecisos, interpretaciones debatibles, errores ocasionales y lapsos de juicio, pero sobre todo falsedades demostrables - cuyo propósito es deslegitimar a Israel y ensuciarlo. Las mentiras, argumenta, toman varias formas.

- "Las mentira insidiosas", construidas a partir de medias verdades e información reprimida. Por ejemplo, en el 2010 y escribiendo en el New York Review of Books, el periodista Peter Beinart afirmó que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu "rechazaba la idea de un estado palestino". Beinart citó un libro de Netanyahu publicado en 1993, una época en la que esa idea también era rechazada por la mayoría de la izquierda israelí, incluido el entonces Primer Ministro Yitzhak Rabin, al tiempo que omitía mencionar el innovador discurso de Netanyahu de 2009 en Bar-Ilan, por el cual se convirtió en el primer primer ministro israelí, de derecha o de izquierda, en respaldar un estado palestino.

- Las "mentiras de la proporción", donde se adjuntan términos que denotan un mal absoluto, como el "apartheid", a formas comunes de discriminación que pueden y deben corregirse dentro del sistema. Tal es el caso con la condición de los ciudadanos árabes de Israel, quienes aunque gozan de plenos derechos civiles y políticos, se enfrentan sin embargo a una discriminación remediable similar, y en muchos casos menos grave, a la que sufren otras minorías étnicas en los países europeos. Las mentiras de la proporción también incluyen condenas salvajes en desacuerdo con las transgresiones. En 2013, observa Yemini, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU "adoptó 25 resoluciones, cuatro para todos los demás países del mundo y 21 contra Israel".

- Las "mentiras basadas en historias reales", mediante las cuales se presenta o difunde una declaración inflamatoria o una acción violenta como si fuera totalmente representativa de la sociedad israelí en general. Es muy común que los periodistas y académicos se detengan en locuaces declaraciones de ciertas figuras marginales en Israel, mientras ignoran el tejido pluralista del país. Yemini llama con razón la atención sobre las versiones israelíes de populares programas de televisión en los que el público vota para determinar quién es el ganador. Entre 2013 y 2015, los israelíes eligieron como campeones a un árabe israelí en "Master Chef", otro árabe israelí en "The Voice", a una mujer judía etíope en "Gran Hermano" y a un trabajador extranjero filipino en "The X-Factor".

- Las "mentiras académicas", que son obra de profesores que explotan sus posiciones universitarias y su autoridad académica. Yemini cita al profesor Ilan Pappé, un notorio inventor de supuestos crímenes israelíes que, en un libro del 2004, demostró descaradamente su desprecio por el registro histórico: "Mi prejuicio es evidente, a pesar del deseo de mis colegas historiadores de que me apegue a los hechos y a la 'verdad' cuando reconstruyo realidades pasadas. Considero que cualquier construcción de este tipo es vanidosa y presuntuosa".

- Luego está la "gran mentira", esa que distorsiona la realidad de forma tan grotesca que la gente normal supone que nadie tendría el descaro de formularla si no fuera verdad. "La versión contemporánea de la Gran Mentira convierte a Israel, un país que perjudica a los civiles inocentes en mucho menor grado que en cualquier otro conflicto mundial de proporciones similares, en un estado que lleva a cabo un genocidio", escribe Yemini. "Mientras tanto, los terroristas y los miembros de Hamas, que anuncian públicamente sus intenciones de exterminar a los judíos, se convierten en 'luchadores por la libertad' para esos críticos".

En un capítulo especialmente revelador, Yemini explora el bienestar social y económico de Cisjordania y de los palestinos de Gaza. "El control de Israel", escribe Yemini, "no se interpuso en el camino hacua la prosperidad palestina". Por el contrario, citando una serie de tablas y gráficos que cubren la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la educación, demuestra que "con todas las medidas objetivas, la administración israelí de Gaza, que terminó en 2005, y de Cisjordania, que aún continúa, solo aceleraron la tasa de desarrollo en esas áreas - a pesar, y no gracias, a los mejores esfuerzos del movimiento nacional palestino", colocando a los palestinos en una posición mucho más relevante que la gran mayoría de los árabes del Oriente Medio.

Imagínense cuánto podrían estar más cerca los palestinos de gobernarse a sí mismos si nuestros medios progresistas y nuestros profesores adquirieran el hábito de decir la verdad sobre Israel.

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