Sunday, May 13, 2018

Cómo la educación del Holocausto que se da a los judíos estadounidenses les distancia de los judíos de Israel - Evelyn Gordon


Ceremonia estatal oficial celebrada en el Museo Conmemorativo del Holocausto de Yad Vashem en Jerusalén, en el Día Anual de Recuerdo del Holocausto

El Día del Recuerdo del Holocausto se observa en Israel solo una semana antes del Día de la Independencia, y para los israelíes, esos días están tanto temática como temporalmente conectados: una de las muchas razones por las cuales se necesita un estado judío para salvar la vida de los judíos. Los jóvenes judíos estadounidenses también reconocen una conexión temática. Sorprendentemente, sin embargo, la conexión que a muchos se les ha enseñado es exactamente la contraria: que el Holocausto es la razón por la cual un estado judío no debería existir, o al menos, por qué a los judíos estadounidenses no les debería importar.

Hace dos semanas, no hubiera creído esto. Pero luego leí una columna que el Haaretz publicó el 11 de abril, la víspera del Día del Recuerdo del Holocausto de este año.

En ella, Steven Davidson describió el currículo estandarizado de educación sobre el Holocausto que se enseña en su clase de hebreo de sexto grado en Brooklyn, Nueva York. Tal como señaló, él es solo "uno de los cientos de educadores judíos en Canadá y los Estados Unidos que utilizan ese plan de estudios del Holocausto" desarrollado por la organización sin fines de lucro,  Facing History & Ourselves. "Desde 1976, este plan de estudios" ha educado a más de medio millón de estudiantes en los EEUU y Canadá sobre el Holocausto".

Entonces, ¿qué se enseña a los estudiantes judíos? "La lección", explicó Davidson, "es escribir una cita en la pizarra: 'Amo a mis hijas más que a mis sobrinas, a mis sobrinas más que a mis primos, a mis primos más que a mis vecinos. Pero eso no significa que detestamos a nuestros vecinos". Él luego pidió la opinión de sus alumnos sobre este sentimiento y como era de esperar, todos menos uno lo aprobaron.

Y luego, "revelé a la clase quien dijo esa cita: Jean-Marie Le Pen, un negacionista del Holocausto y un renombrado xenófobo". Y también un renombrado antisemita, aunque no puede comprender por qué Davidson no lo mencionó. Después de todo, el objetivo de esta lección es afirmar que amar a algunas personas más que a los demás es algo malvado, el tipo de cosa que solo haría Jean-Marie Le Pen. ¿Por qué confundir ese mensaje al mencionar el odio de Le Pen hacia los judíos, en particular, como si eso fuera algo que a los estudiantes judíos les interesaría?

La discusión subsiguiente llevó el tema a casa. Un estudiante pronto "se dio cuenta" de que esta cita es "como el América primero", el lema de Donald Trump, y Trump es un símbolo de maldad mucho mayor para estos estudiantes que Le Pen, de quien la mayoría nunca había oído hablar antes. Como señaló Davidson: "Mis alumnos de sexto grado generalmente odian a Trump porque casi todos sus padres lo hacen". Pronto, los estudiantes conectaron explícitamente a Trump con los nazis: "Durante otra lección, un par de estudiantes relacionaron a los Brownshirts y los mítines nazis con Trump alentando y retwitteando la violencia en su nombre". La conclusión de esta progresión lógica fue clara: amar a algunas personas más que a otras es un comportamiento nazi, algo que ningún buen judío puede tolerar.

Por supuesto, cualquier padre que realmente no se preocupe más por su propio hijo que por algún niño al azar probablemente sería acusado de negligencia infantil. Pero los diseñadores de este currículum saben que el vínculo instintivo entre padres e hijos es lo suficientemente fuerte como para superar ese adoctrinamiento, ese no es su objetivo

Más bien, su objetivo es el vínculo que los judíos sienten por los otros judíos. Porque ese no es uno de los instintos más profundos de la humanidad, en muchos casos es un comportamiento aprendido.

Los textos canónicos judíos lo enseñaban al entrelazar principios universales con mensajes particularistas sobre las obligaciones especiales que se le deben al pueblo judío, como "Todo Israel es responsable el uno del otro" (Talmud Shevuot 39a) o "Los pobres de su propia ciudad tienen prioridad" (Talmud Baba Metzia 71a). Sin embargo, incluso los judíos estadounidenses que nunca estudiaron estos textos solían aprender este comportamiento. La mayoría de los judíos de mi generación pueden recordar cajas de caridad en casa en las que se recolectaba dinero para Israel o eventos en la escuela hebrea donde escribimos cartas a los judíos soviéticos encarcelados. El mensaje inequívoco era que teníamos una responsabilidad con nuestros hermanos.

Hoy en día, a muchos niños judíos estadounidenses se les enseña exactamente lo contrario: que sentir una responsabilidad especial hacia los otros judíos, hacia el pueblo judío, es un comportamiento cuasi nazi, y solo aquellos que evitan tales sentimientos pueden ser buenos judíos que han interiorizado las lecciones del Holocausto. Ante esto, ¿es de extrañar que en una encuesta de Pew Research del 2013 el 73% de los judíos estadounidenses considerara recordar el Holocausto como parte esencial de ser judío, pero solo el 43% dijo lo mismo por preocuparse por Israel y solo el 28% por ser parte de una comunidad judía?

Esto también explica por qué muchos jóvenes judíos estadounidenses se están "distanciando" de Israel. Los líderes judíos estadounidenses de todo el espectro político han culpado cada vez más a la política israelí (véase, por ejemplo, el editorial del New York Times del mes pasado del presidente del Congreso Judío Mundial Ronald Lauder, un republicano de larga fecha y partidario del Partido Likud de centroderecha de Israel).

Sin embargo, incluso si la política israelí cumpliera con la lista de deseos de los judíos liberales estadounidenses en particular, eso aún no les daría ninguna razón para preocuparse por Israel más que por cualquier otro país. Y sólo sintiendo un afecto especial y preocupación por sus compatriotas judíos - y, por lo tanto, por el estado judío donde vive casi la mitad de los judíos del mundo -, los judíos estadounidenses tendrían motivos para sentir especial afecto y preocupación por Israel.

En cambio, y como acabamos de ver, se les enseña que el afecto y la preocupación especial por su propia gente está mal. Y si es así, entonces el afecto especial y la preocupación por el único país en la tierra que pertenece a su propio pueblo resulta doblemente equivocado. De hecho, la misma existencia del estado judío está mal, porque los estados no deberían preocuparse por el destino de un pueblo en particular más de lo que deberían hacerlo los individuos.

Por lo tanto, no sorprende que cuando en la Encuesta Nacional de los judíos estadounidenses se les preguntó a los encuestados en 2007 si considerarían la destrucción de Israel como una tragedia personal, alrededor del 80% de los judíos de 65 años o más respondieron que sí, pero solo lo hicieron el 50% de los judíos menores de 35 años. Después de todo, ¿por qué los judíos a quienes se les ha enseñado que el particularismo representa al mal deberían sentirse desconsolados por la pérdida del único estado judío del mundo?

Y esa es la trágica ironía de la educación sobre el Holocausto en los Estados Unidos de hoy: a los jóvenes judíos se les está enseñando que la única manera de interiorizar las lecciones del Holocausto es haciéndose indiferentes ante la posibilidad de un segundo Holocausto.

Y la destrucción de Israel, con sus 6,6 millones de judíos, seguramente no sería nada menos.

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